jueves, 20 de noviembre de 2008

El Hombre de Piltdown

En 1908 un obrero descubrió en una cantera unos restos óseos; un cráneo parcial, un diente suelto y una mandíbula con dientes. Se los entregó a Charles Dawson, una persona aficionada a la arqueología. Los restos parecían demostrar la idea predominante en la paleontología humana de la existencia del eslabón perdido, un supuesto humanoide con cara de simio pero con un gran cerebro. El "descubrimiento" era lo que esperaban encontrar los científicos y la ciencia oficial lo sancionó como auténtico sin mayores dudas. Solamente el sector intelectual creacionista no daba crédito.

Pero años más tarde surgieron las dudas. En 1936 Marston encontró incongruencias. La raíz del canino era curva, cuando en los humanos es recta. En 1949 Oakley hizo la prueba del fluor (los huesos según el tiempo que hayan estado enterrados absorben más o menos cantidad de fluor) y los huesos eran de diferentes épocas. Surgió la polémica, naturalmente los creacionistas se envalentonaron.

En 1953 se acabó la comedia. Se descubrió que los huesos los habían pintado para que aparecieran como más viejos. Además la mandíbula era de orangután a la que encima le habían limado los dientes y el diente suelto era también de simio. Con ello desaparecía la ilusión de los ingleses de tener un fósil realmente antiguo.

Es interesante ver como las ideas preconcebidas iluminaron el debate. Los creacionistas desconfiaron desde el principio y los evolucionistas, incluido el entonces joven Theillard de Chardin (que después descubrió fósiles auténticos como el hombre de Pekin) se tragaron la píldora sin ningún dolor.

Los fraudes arqueológicos también han existido en nuestras latitudes. Sin ir más lejos recordemos a las pinturas de las cuevas de Zubialde, de sorprendente aparición en el año 1990.  Calificadas como la Capilla Sixtina del paleolítico, el supuesto descubridor recibió un premio de 10 millones de pesetas. Incluso consiguió el apoyo de respetables científicos como Jesús Altuna, Ignacio Barandiarán y Juan María Apellaniz, que fueron confundidos por un análisis erroneo realizado por Inasmet, uno de los centros de innovación de la red del Gobierno Vasco. Un documentado estudio publicado en 1992 desveló el fraude sin lugar a dudas. Álava se quedó sin pinturas paleolíticas.

Ahora tenemos el caso de Veleia. Ya hay importantes científicos que dicen que la cosa huele a timo. No entraré hoy a exponer sus razones. Lo único que quiero decir es que los ideólogos nacionalistas estarían encantados de que esas cerámicas con inscripciones fuesen auténticas. Encontrarían una pieza de puzzle que encaja perfectamente con el guión que tienen escrito.

1 comentario:

Thooby dijo...

Después de publicar este post tengo conocimiento del contundente informe que demuestra el fraude de Veleia. Me resulta curioso comprobar que no solo los políticos nacionalistas cayeron en la trampa. Otros próceres alaveses del PSE y del PP también picaron.