Hace unos meses Ignacio Pérez, Iñako perdía unas extrañas elecciones. Las perdía porque no tenía rivales. Las hubiera ganado de calle si hubiese tenido la habilidad de completar los compromisarios de un oscuro rival que lo intentó, pero que no tuvo ni siquiera el número mínimo de avales para presentarse. El rector Pérez luchó contra una candidatura fantasma que prefería pelear desde la negación y no desde la alternativa. Cuando perdió, dió la cara, aguantó el chaparrón bien dolido por su derrota y consecuentemente declaró que no se iba a volver a presentar.
Meses después quienes habían promovido el no, presentaron a Marisol Esteban de candidata. Tenían el camino libre, ya se habían desembarazado de su principal rival. Pero aunque Iñako no se presentaba, no renunció a la pelea y ayudó a armar una nueva candidatura, la de Goirizelaia.
La táctica de Esteban era riesgosa y cara en términos democráticos. Se trataba de ir por partes. Derrotar al rector saliente y una vez eliminado ir a pelear contra un candidato nuevo. ¿El precio? dejar durante varios meses a la Universidad sin una cabeza que tuviera plena capacidad ejecutiva. Paralizar diversos proyectos en ejecución.
Este precio podía tener sentido si Marisol Esteban alcanzaba su objetivo. A pesar del coste se habría logrado expresar la voluntad popular. Pero visto el resultado contrario todo hubiera sido más "barato" si Marisol Esteban, en vez de animar al NO, se hubiera confrontado directamente con Ignacio Perez.
Creo que visto todo el proceso le tocaba a Esteban unas declaraciones claras y educadas aceptando su derrota. Pero esta vez la perdedora abandonó el lugar de recuento nada más saber extraoficialmente los resultados. Nada que ver con lo que hizo Iñako y por supuesto ninguna relación con la actitud de McCain con Obama. Se sabe de la importancia que tienen las formas para la consolidación de la democracia. Y si nos referimos a la universidad todavía más.
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