El sábado pasado se celebró un acto en recuerdo y homenaje a Eva Dolado. Hubo emocionadas lecturas, fotos y canciones. Hoy reproduzco lo que dijo
Koldo, uno de sus amigos.
Quienes estamos hoy aquí coincidiremos seguramente en que podríamos hablar de diferentes Evas. Y no sólo porque con su forma de ser abierta y expansiva Eva fuera capaz de mantener diferentes círculos de amistades, y de desarrollar muy distintas facetas de su personalidad, sino también porque ella misma fue cambiando lo largo de su vida. Creo que a lo largo de las tres últimas décadas –tiempo transcurrido desde que le conocí- Eva pasó por momentos muy diversos y experimentó vivencias muy variadas.
Por mi parte, hoy y aquí, me gustaría recordar los años de su juventud más temprana, los de aquella Eva con la mochila cargada hasta los topes de apuestas vitales y de esperanzas compartidas con tanta gente; aquellos años alegres y repletos de ilusiones, cuando todavía la vida no había comenzado a mostrarle sus rostros más ingratos.
Me gustaría recordar hoy y aquí aquellos primeros años de Bizizaleak; aquellas jornadas previas a la Aste Nagusia en las que unas y otras tribus se afanaban uniendo mecanotubos, en una desigual carrera hacia el día del txupin. Días en los que Eva miraba con una mezcla de envidia y estupor al disciplinado ejército txominbarullero subiendo y bajando, cortando y pegando, pintando y decorando la txozna … mientras en la desorganizada tropa ecologista de Bizizaleak sufríamos de lo lindo para reunir los materiales necesarios y lograr llegar a tiempo para abrir el telón.
Quién le iba a decir a Eva que algunas de aquellas personas a las que miraba desde sus entonces 17 años, acabarían siendo también su propia familia, que aquellos seres vestidos de rojo y blanco, cuyos nombres aún ignoraba, se convertirían – os convertiríais- poco después en su gente, la que le acompañaría hasta el final. Quien le iba a decir que aquél escenario, vigilado desde la altura por Groucho, y que Eva miraba con los ojos tan abiertos, le acogería también a ella para reinar sobre él y bambolearse al son de la fiesta.
Quien le iba a decir a Eva que, algunos años más tarde, sería a la vez txupinera de la fiesta con Bizizaleak y estrella del escenario en Txomin Barullo. Pero en una cabeza tan abierta y en un corazón tan grande como los de Eva, cabía eso y mucho más. Porque Eva era mujer de identidades diversas y compartidas; y no sólo en la fiesta, sino en todas las facetas de la vida.
Me gustaría recordar, hoy y aquí, aquellas noches de Bizizaleak en las que servíamos zumos y hacíamos pública profesión de fe naturista, mientras guardábamos la botella de kalimotxo debajo de la barra y el bocata de chorizo en la trastienda. O aquellas madrugadas, a veces heladoras, en las que había que aguantar aunque el cuerpo ya no respondiera, para ir a Mercabilbao a comprar lechugas, tomates y demás viandas con las que abastecer la txozna. Ahí estaba Eva siempre dispuesta, siempre sonriente, compartiendo con Amaia, con Marije, con Karolo, con Peio, con Iñaki, con Quique, con Petit, con tantas y tantas gentes, las aventuras y desventuras de la amistad, de la lucha, del amor; las cosas buenas y malas de una vida que Eva comenzaba a beberse a grandes sorbos.
Me gustaría recordar, hoy y aquí, aquellas marchas y aquellas acampadas. Aquellos años en que, con Eva, recorríamos Euskadi en bicicleta; en los que, con Eva, caminábamos una y otra vez hasta Lemoiz, hasta Garoña, hasta las Bardenas…; en los que, con Eva, acampábamos en Urkiola o nos disfrazábamos de Asterix y Obelix para luchar contra el imperio romano que encarnaban Iberduero y el Gobierno; en los que descubríamos cada día nuevas gentes, nuevos sitios y nuevas inquietudes; en los que inventábamos siempre algo nuevo, algo distinto, para gritar a los cuatro vientos nuestros anhelos y nuestros sueños.
Me gustaría recordar, hoy y aquí, aquellas caóticas reuniones y asambleas en las que Eva se cabreaba y se divertía a partes iguales; en las que Eva –sin haber cumplido aún los 20- se partía de la risa o sacaba a relucir toda su mala leche en aquellas interminables sesiones en las que rojos y verdes, ácratas y conservacionistas, abertzales y gentes de diversos pelajes, discutíamos hasta la extenuación para luego acabar, no pocas veces, emborrachándonos juntos.
Quisiera recordar, en fin, aquellos años en los que Eva transitaba del verde al rojo, mientras yo lo hacía del rojo al verde, y tuve la suerte de conocerla en aquel cruce de caminos, y de compartir con ella muchos momentos inolvidables.
Koldo. Bilbao, 25 octubre 2008.
1 comentario:
Me llamo Marta , estuve en uno de los talleres de escritura de Eva hace 4 años,recuerdo su vitalidad y entusiasmo en las clases, su pasión por la escritura y la atención con todo lo que escribíamos,yo abandone el taller porque suelo hacer esas cosas pero la recuerdo muy cariñosamente, son de esas personas que las conoces y no te dejan indiferente, a ella le gustaba como escribía y a mi me hubiera gustado conocerla más y compartir con ella más literatura.
he metido su nombre en internet para saber de ella y me he enciontrado con que ha muerto y vuestros recordatorios, yo también ahora me siento un poco más vacía, era una de esas personas de la vida que con solo una ojeada percibes que son diferentes y muy difíciles de encontrar.un beso a Eva
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