En Berlin he visto el Museo Judío. Hoy quiero limitarme a un comentario sobre un personaje que tiene un sitio en el museo: Walther Rathenau.
Rathenau hijo de un poderoso industrial, apareció con luz propia en la política alemana de la postguerra alemana de la Primera Guerra Mundial.
Era un personaje contradictorio que Stefan Zweig describe así
Toda su existencia era un único conflicto de contradicciones que se renovaban continuamente. Había heredado de su padre todo el poder imaginable y sin embargo no quería ser su heredero, era comerciante y quería sentirse artista, poseía millones y jugaba con las ideas socialistas, era muy judío de espíritu y coqueteaba con Jesucristo, pensaba como internacionalista y divinizaba el prusianismo, soñaba con una democracia popular y siempre se sentía muy honrado de ser invitado e interrogado por el emperador Guillermo, de modo que penetraba con mucha clarividencia en las debilidades y vanidades sin conseguir dominar su propia vanidad.En definitiva alguien que hubiese vivido tranquilamente si no le hubiese gustado meterse en líos y desde luego muy complicado de analizar.
Solo quiero referirme a un aspecto. Rathenau fue un judío integracionista, En el debate que había en la comunidad judía él optó por integrarse en la sociedad alemana. Los judíos lograron la igualdad de derechos en 1871 aunque en la práctica subsistían algunas limitaciones. Se puede decir que estas limitaciones acabaron en la república de Weimar.
En el museo había una especie de formulario rellenado de puño y letra por el propio Rathenau. Ahí estaban preguntas como nombre, dirección etc ... y la de ¿con qué confesión religiosa se identificaba? Rathenau escribió que esa pregunta no estaba permitida por la constitución de Weimar.
Fue ministro de la Reconstrucción, luego de Asuntos Exteriores. Negoció y firmó el Tratado de Rapallo con el Estado Soviético demostrando que un judío podía defender con eficacia a Alemania. Seguramente eso es lo que no le perdonaron los asesinos de extrema derecha que le asesinaron el 24 Junio 1922. No le dejaron ser alemán.
Años después de su muerte la pregunta, que Walter Rathenau se negó a responder por inconstitucional, se sustanció en las estrellas amarillas que tenían que lucir por la calle todos los judíos. Era claro, quien era judío no podía ser alemán.
Ahora vivimos una cierta obscenidad de identidades. ¿Y tu qué eres? La simple respuesta: Un ciudadano, parece que no es suficiente. Si uno cae en la tentación de contestar resultará que al decir lo que uno es, para mucha gente se está diciendo también lo que uno no es.
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