Servicios meteorológicos que no avisan. Inundaciones, que nos han traído recuerdos del 83. Huelgas de transportes. Colas en las gasolineras. Arrase de los super para llenar las despensas. El metro estropeado durante dos horas. Pero en medio de este magma ciudadano ha llegado la calma: 4-1 a Rusia. Villa, el nuevo Marcelino, ha metido tres goles. Cesc ha coneguido que ya no le puedan preguntar ¿Por qué no ha metido ningún gol con la selección?
Sí, las carreteras estaban hoy tremendamente cómodas con la ausencia de camiones. El efecto futbol-selección hacía que la autopista Bilbao-Donosti estuviese como la seda.
El partido España-Rusia de la Eurocopa ha sido un partido mítico. En 1960 Franco prohibió que se jugase, cambiando su criterio cuatro años después. Así, con la ayuda de Marcelino, la selección española logró vencer en la final. El entonces ministro de Información y Turismo, Manuel Fraga Iribarne, había puesto en marcha una gigantesca campaña propagandística para conmemorar los veinticinco años de paz en España, presentada como un gran triunfo del régimen de Franco. El gol de Marcelino era la auténtica guinda del pastel.
Pienso que fué la batalla final de los perdedores de la guerra. Gritar ¡Viva Rusia! era un grito, digamos revolucionario tolerado solamente si uno estaba borracho. Pero aquel partido no era un partido España-Rusia, era un partido España-Unión Soviética. Para todos los "rojos" del momento (la mayoría de ellos había vivido la guerra civil) que ganase la Unión Soviética era darle una bofetada a Franco. Marcelino lo impidió y cerró la última esperanza de venganza simbólica. A partir de entonces los protagonistas de la oposición empezaron a ser quienes no habíamos vivido la guerra.
Hoy sería la España de Zapatero que vence a la Rusia de la bandera zarista y el capitalismo mafioso, pero afortunadamente ahora solo es un partido de fútbol del mucha gente ha disfrutado viéndolo.
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