miércoles, 20 de abril de 2011

Trontzalaris

La naturaleza humana tiene misterios que permiten compatibilizar horrores y bondades en diferentes proporciones. Es conocida la historia de que Hitler era muy cariñoso con sus sobrinos. ¿Cuántas veces se ha repetido la historia del ciudadano ejemplar que ha asesinado a su mujer?

Nuestros trontzalaris eran de ese grupo de ciudadanos ejemplares o con más precisión, ciudadanos nacionalistas ejemplares. Adalides del deporte vasco (aunque hay que reconocer que el trontzalarismo palidece ante el aitzkoralismo), uno de ellos era presidente de su federación guipuzcoana. Baserritarras modernos, luchando por y con sus denominaciones de origen, disfrutando sin rubor de subvenciones del actual Gobierno Vasco (espero que el PP no se lo eche en cara al PSOE). No faltaba tampoco su trabajo con jóvenes, amparados por una premiada fundación para impulsar
el juego limpio, la promoción de un estilo de vida saludable y activo, la prevención del dopaje etc ...
Aunque no tenía el disgusto de conocerlos si hay suficientes datos para deducir que eran individuos muy conocidos, populares y seguramente apreciados dentro de su comunidad.

Que detrás de ciudadanos respetados en su comunidad se oculten auténticos monstruos, colaboradores necesarios fríos y continuados de asesinatos y otras tropelías puede, en principio, aparecer en cualquier sociedad. Pero, el que una parte importante de la sociedad no se horrorice por este hecho e incluso defienda al monstruo descubierto, basándose en sus supuestas bondades públicas es muy diferente. Quiere decir que esa parte de la sociedad está enferma, que todavía no ha entendido que significan los valores de democracia, libertad y tolerancia.

Ciudadanos increpaban a los policías que llevaban detenidos a los hermanos Esnaola. Tal vez algunos de ellos ignoraban las dos toneladas de explosivos que guardaban en sus propiedades rurales, pero tengo la convicción que muchos de ellos, aun sabiéndolo, lo hubiesen hecho igual.

domingo, 10 de abril de 2011

Viento del Oeste

La política democrática tiene extraños condicionantes. Tiene que ser "popular", mal está un grupo político que no aspire a buenos resultados electorales. Pero no solo tiene que "gustar" tiene que resolver problemas y esto difícilmente se consigue gustando a todo el mundo. Si miramos las políticas desarrolladas por los gobiernos Zapatero se puede vislumbrar esta dicotomía.

Lo cierto es que no se puede decir que las últimas políticas desarrolladas por Zapatero hayan sido bien recibidas por sus propios votantes Si han tenido un eco claramente positivo, lo ha sido fuera de lo que podemos considerar su area de influencia. Por poner un ejemplo, a Merkel le ha gustado y a los obreros de la construcción parados no.

Dicho esto, queda la otra parte ¿Han evitado estas medidas males mayores? La crisis de Portugal nos aviva la reflexión ¿Vamos detrás de Portugal? ¿Somos los siguientes? ¿O estamos del otro lado?

Aunque en política siempre nos puede quedar la sombra de la duda, lo cierto es que todo el mundo se ha puesto de acuerdo en decir que España no es Portugal, que estamos del lado de los que ayudan y no en el de los que necesitan rescate. Ni siquiera el PP y ¡mira que le gustaría! se atreve a contradecirlo.

De repente nos ha venido del oeste un viento helado que nos dice: Y si no se llegan a tomar las medidas impopulares ¿No estaríamos como Portugal?