En los años 80 abundaban por Nicaragua los camiones rusos, fruto de la colaboración establecida, en el marco de la guerra fría, entre el sandinismo y la Unión Soviética. El material ruso que circulaba por las carreteras era también la demostración de que Nicaragua no estaba sola, que tenía, al menos simbólicamente, un gigante detrás.
Hoy los autobuses rusos han vuelto para Managua. Son 130 y tienen ciertas peculiaridades. Aunque han sido donados por la Federación Rusa no lo han sido al Estado Nicaragüense. Por indicación del presidente Ortega la donación ha sido hecha a la empresa Alba Caruna, manejada directamente por delegados del FSLN. Esta empresa venderá por un 20% de su valor a algunas cooperativas de buseros afines también al gobierno.
Hay que recordar que las organizaciones de transporte colectivo de Managua han sido la principal palanca de presión que tenía el Frente Sandinista cuando estaba en la oposición. Las huelgas y algaradas del transporte era lo que más temían los gobiernos liberales.
Pero ahora las cosas suenan como una comedia. El sistema burocrático soviético se transformó en un capitalismo con rasgos mafiosos. El sandinismo también olvidó su alma transformadora y las dos partes encontraron de nuevo sentido a su amistad. Pero hay cosas que siguen parecidas los autobuses rusos no funcionan bien en Nicaragua. Ni tienen un sistema de refrigeración adecuada, ni están preparados para circular con un sobrepeso de gente, ni por las carreteras bacheadas, ni tienen ventanas adecuadas y por supuesto el sistema de calefacción con el que vienen equipadas de serie sirve para nada. Dicen que los van a transformar tropicalizandolos. ¿Cuantos de los 130 buses seguiran rodando el año que viene por las calles de Managua?
1 comentario:
Se creen los super-boy
Ni el mejor bus que traigan, servirá en las calles de Managua. Los choferes del transporte colectivo, se creen la “mamá de tarzán”, conducen a altas velocidad, y no se andan, fijando si hay un hoyo. Haya hoyo o no, no es el problema, la cuestión es que conducen “como alma que lleva el diablo”. Manejan contra el reloj, porque tienen un tiempo límite, para llegar un punto a otro y si llegan un minuto tarde, los multan.
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